El Congreso de la Unión fue escenario de un acontecimiento histórico el día que Claudia Sheinbaum Pardo asumió la presidencia de México, convirtiéndose en la primera mujer en ocupar el cargo más alto del país. En medio de un ambiente solemne, pero cargado de simbolismo, la nueva mandataria pronunció un discurso que no solo destacó por su relevancia política, sino también por el peso que lleva para la historia y el futuro del país.
Sheinbaum, acompañada de su antecesor, Andrés Manuel López Obrador, se presentó ante una audiencia expectante. Con paso firme, la nueva presidenta tomó protesta, un acto que resonaba más allá de las paredes del recinto, enviando un mensaje claro: el liderazgo femenino ha llegado a México. En un país donde tradicionalmente los espacios de poder han estado dominados por hombres, este momento marcó un hito en la lucha por la igualdad de género.
El discurso de Sheinbaum no se limitó a las formalidades de una toma de posesión. En su intervención, enumeró una lista de cien compromisos que trazan el camino para los próximos seis años.
Entre ellos, destacó el fortalecimiento de la economía popular, la contención de los precios de la gasolina, la mejora de los salarios y la inversión en vivienda. Sin embargo, lo que más acaparó la atención fue su enfoque en la reforma del Poder Judicial, un tema que ha generado gran debate en la arena política.
“Habrá Estado de derecho”, afirmó con vehemencia, en lo que pareció ser el eje de su mensaje. Pero fue más allá, al comprometerse a respetar la autonomía del Poder Judicial, haciendo hincapié en la reciente reforma constitucional que permitirá la elección popular de jueces, magistrados y ministros. Esta iniciativa, que ya ha dividido opiniones en diversos sectores, promete cambiar la forma en que el poder judicial se relaciona con el resto del aparato estatal.
Sheinbaum dejó claro que el poder judicial, una de las instituciones más cuestionadas en años recientes, no será un actor subordinado en su gobierno. Al contrario, subrayó que será el pueblo quien decida quiénes ocuparán los cargos más importantes en esta institución. “Será el pueblo quien defina a los jueces, magistrados y ministros”, sentenció, reafirmando su compromiso con una justicia más democrática y accesible.
La presencia de mandatarios de otros países y de gobernadores de distintos estados de la República Mexicana fue un recordatorio de que el mundo observaba atentamente. Las reformas prometidas por Sheinbaum, en especial las referidas al Poder Judicial, no solo marcarán su legado, sino también el rumbo de la nación.
El desafío que enfrenta Sheinbaum es monumental. La transición hacia un gobierno liderado por una mujer en un país donde las estructuras patriarcales han sido predominantes representa un cambio significativo, pero no exento de dificultades. La reforma judicial, en particular, será una de las principales pruebas de su administración, ya que tocará nervios sensibles dentro del propio sistema político.
Al concluir su intervención, el Congreso la ovacionó, reconociendo el simbolismo del momento.
Afuera, miles de personas seguían atentos el evento, conscientes de que este era solo el comienzo de un largo camino. Claudia Sheinbaum ha asumido la presidencia con un mensaje claro: la transformación de México no ha terminado, y ahora, será dirigida por una mujer. La política mexicana entra en una nueva fase, una en la que la igualdad y la justicia serán el centro de las decisiones, o al menos, ese es el compromiso con el que inicia su mandato.
